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Don Isidoro Ruiz de Eguilaz
“EL CURA DE DALLO” (II) continuación
Kepa RUIZ DE EGUINO
MEDIODIA EN LA VILLA DE SALVATIERRA
Al mediodía ya había cundido en la vieja Villa y por toda la Llanada alavesa la noticia de los ocurrido en Contrasta y el nombre de Lirón se pronunciaba y se repetía con entusiasmo por las calles salvaterranas y casi, casi como el de un émulo de la fama y gloria de Zumalakarregui llegó a oídos del Gobernador de Salvatierra y le faltó tiempo para dirigirse al alojamiento del “Cura de Dallo” y referirle punto por punto lo ocurrido.
Cuando el cura lo oyó, y al pensar en que él, corazón sin miedo, y sus diez y seis “peseteros”, hombres de pelo en pecho y alma atravesada, habían corrido tan desastrosamente como lo habían hecho delante de unos sastres, que en aquel momento se representaba como armados únicamente de tijeras.
Al sospechar que podría verse su nombre en coplas y su imagen en alguna estampa, corriendo delante de aquel ratoncillo prematuramente elevado a la grandeza y dignidad de Lirón, se puso rojo como una amapola, miro al Gobernador con asombro, casi con espanto, y se quedó sin poder articular una sola palabra.
Más bien pronto, por una de las reacciones propias de su carácter, correspondiendo a la risa con que el Gobernador había sazonado su narración, y al saber en lo que se habían convertido los espantables rostros y despeinadas greñas de aquellos feroces soldados navarros ante cuyas bayonetas creía haber emprendido su azarosa carrera, rompió en tan franca, expansiva y ruidosa carcajada, cual hacia mucho tiempo que otra no le habían conmovido tan violentamente sus ijares.
Decía que no había oído en vida cosa que le hubiese hecho tanta gracia; y que una de sus mayores delicias sería el recuerdo de aquella noche de aventura, repetía el nombre de Lirón ; y juraba y perjuraba que si tenía la fortuna de cogerle, había de hacer que entrara en el recinto amurallado de Salvatierra por la Calle Mayor bajo palio.
De nuevo provocaba su hilaridad y acrecentaba su buen humor la entrada de los hombres de su partida, que al día siguiente después de haber permanecido, más de treinta horas escondidos en alguna cueva de la Sierra de Iturrieta, o agazapados detrás de algún haya o roble del monte, creyéndose en todas partes buscaos por aquellos cazadores que habían avanzado para cortarlos.
Llegaban desperdigados a través de las puertas amuralladas del Portal del Rey, ahora uno, luego dos, detrás otro, con los semblantes denodados por la angustia y traspillados por el hambre, sin comprender a penas como habían salido bien de la embarazosa aventura de Contrasta.
¡Ánimo valientes, les decía el “cura de Dallo” según iban llegando, y muy enhorabuena por haber salvado el pellejo en tan gran peligro; habeis corrido delante de las tijeras de un sastre alavés.
PESQUISAS DEL CURA PARA LOCALIZAR A LIRON
Lo primero que trató de averiguar el “cura de Dallo” fue si el tal Lirón continuaba en Contrasta y si había ascendido por su hazaña de la categoría de aprendiz, cuando menos a la de oficial …de sastre.
Bien pronto supo que al día siguiente de su batalla de los matorrales, despechado por el fracaso de su plan y comido de hallarse entre aquellos mandrias había ido sentar plaza en el tercer batallón de Alava, por ser el de los más templados de la provincia y estar mandado por el tremendo Coronel Don Feliciano Elguea, alias “Bocanegra”, quien de si propio decía que le llamaban “Bocanegra”, pero que tenía más negra el alma que la boca.
La casualidad hizo que a los pocos días fuese aquel batallón destinado a establecer y mantener un riguroso bloqueo de la plaza de Salvatierra.
Como el “Cura de Dallo” sabía que los oficiales y soldados alaveses tenían vehementes deseos de darle un susto mayúsculo, de los que son más para oídos que para pasados por la garganta, y que si llegaba a cogerle “Bocanegra” le fusilaría sin darle tiempo ni para hacer un acto de contrición.
Desde el primer día observó el cura que el servicio de bloqueo se hacia con perfecta regularidad, estando las siete puertas de la Villa totalmente vigiladas y que de noche eran frecuentes las rondas y numerosas de efectivos, renunció a todo propósito de intentar una salida que le había de ser por lo menos un fracaso y probablemente una catástrofe.
Cuando el Gobernador de la Plaza de Salvatierra le preguntaba, no sin burlona sonrisa, si proyectaba alguna de sus habituales y acostumbradas excursiones por los pueblos de la Llanada, contestaba con la más cómica de las gravedades: ¡Yo, salir? ¡Guarde Pablo que ahí está el sastre Lirón!!!
DOS AÑOS MAS TARDE
Dos años pasaron, y ya el año 1836, encontramos al “Cura de Dallo” ya como coronel del ejercito liberal y gobernador de la Plaza de Peñacerrada, también en Alava.
Contactó éste con Bruno Villarreal, entonces General en jefe de los ejércitos carlistas, para la entrega de aquella plaza tan importante por su situación estratégica entre las tierras de Alava y las riojanas, y según de público se dijo también las de Treviño y Laguardia.
Descubierto su plan, quizás por alguna de sus ligerezas, logró sustraer a una muerte tan segura como afrentosa, y salir de la plaza de Peñacerrada por un acto de portentoso valor.
Al legar al campamento carlista y después de la primera conferencia con el General Villarreal, preguntó si entre aquellos batallones se hallaba el tercero de Alava y con él un voluntario al que llamaban Lirón.
Con profunda pena, pues le había cobrado gran cariño sin conocerle, supo que el pobre muchacho acaba de sufrir en el hospital militar de Mesta, la amputación de pie derecho, a consecuencia de una herida que había recibido en acción temerariamente emprendida por su coronel, en la cual quedó en cuadro el batallón.
Tan pronto, como tubo ocasión de ir a Maestu se apresuró a visitar hospital de heridos y en el prodigó consuelos y atenciones y ya mutilado vencedor.
BIBLIOGRAFIA:
Julián de Sabando
Galería Militar Contemporánea del Norte y Cataluña
Retratos de Generales de las Guerras Carlistas
La Primera Guerra Carlista